Como no podía ser de otra manera y si sí lo fuera no sería esencialmente lo mismo se trata de una película que como su personaje protagonista es bastante inteligente. Tampoco es que haya que devanarse los sesos en demasía pero sí se nota un tratamiento del guión cuanto menos perspicaz.
La historia es bien sencilla de explicar una vez vista pero mientras estás inmerso en la película aparecen tantos acontecimientos ambiguos que llevan perfectamente a pensar en aquello a lo que no estaría dispuesto a concluir Sherlock Holmes, y es la existencia de algo que escapa a lo racional y deducible. Así, Sherlock (Robert Downey Jr.) y su compañero inseparable el Doctor Watson (Jude Law), en un genial caracterizado Londres de finales del siglo XIX, detienen a un malhechor que coquetea con las artes oscuras que se hace llamar Blackwood justo antes de que llevase a cabo uno de sus ritos simbólicos. Éste es apresado y dos meses después ejecutado en la guillotina. Sin embargo, inexplicablemente, Blackwood saldrá de su tumba y al ser visto por uno de los operarios del cementerio reabrirá el caso ante el estupor de todo el mundo y aún más de Sherlock Holmes, quien jamás se plantearía la opción mística que a la luz de los acontecimientos se daba como más plausible.
Con estos ingredientes y otros secundarios que poco a poco irán adquiriendo más peso, como el papel de Irene Adler, la única mujer que se la ha jugado a Holmes en más de una ocasión, se desarrollará una acción trepidante que obligará a la pareja de investigadores a plantearse un sinfín de interrogantes y mirar los acontecimientos con unos ojos que sólo ellos poseen. No obstante, tal será la magnitud del misterio que no sólo se pondrá en peligro sus vidas sino que también sus propias y férreas creencias empíricas.
Sin lugar a dudas se trata de una película muy bien hecha, al estilo de las que se rehacen actualmente, donde los personajes cobran una personalidad no tanto ya de superhéroe clásico sino de héroe pero con una naturaleza humana, creíble y accesible a la empatía del espectador. Robert Downey Jr. lo borda como Sherlock Holmes y recrea muy elogiablemente a ese inteligente, excéntrico y extremadamente hábil personaje ideado por Sir Arthur Conan Doyle aportando detalles de actor que dicen bastante de su capacidad interpretativa.
Sin embargo me dolió un poco y enturbió algo mi concepto de la película el final inconcluso que tanto la gente odia, yo entre ellos, y que tanto gusta a algunos directores porque eso les va a permitir enganchar para la siguiente al público que ha salido contento. Eso no se hace. No se puede dar una bolsa de chucherías y cuando llegues al chupa-chups te digan que tienes que esperar hasta el siguiente cumpleaños. No es que al final no se descubra el pastel, es lógico que sí, pero la aparición de un pastel más grande te deja con un hambre que hasta dentro de unos añitos no se podrá calmar.

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