He de reconocer que la primera vez que vi el cartel de la película en la estación de Avenida de América, puesto bien en grande para que a nadie se le ocurriese no mirar, pensé “Mel, que ya no estás para ir pegando tiros por ahí”. Sólo había que ver el título “Al límite” y su estampa de superpoli. Luego ya vi que en inglés era “Edge of darkness”, que viene a significar “Al filo de la oscuridad”, y pensé que lo mismo la cosa no iba tanto de tiros y sí más de otro rollo. El caso es que ya me había picado el gusanillo de la curiosidad y decidí ir a verla, aunque sólo fuese por matar al dichoso gusanillo y ver que tal lo hacía esta vez Gibson.
Y la verdad, me sorprendió, no para bien ni para mal, me sorprendió neutralmente hablando. Por un lado se trata de una película donde se llega al final que se llega porque Mel Gibson tiene que conseguirlo, es Mel Gibson, que puede que le quiten la vida pero jamás le quitaran la libertaaad, aunque sin embargo como lo consigue y todo lo que a su alrededor se ve toca la fibra sensible que a la mayoría nos sale a relucir cuando vemos que no se cumple lo que es justo. Evidentemente los guionistas no han inventado nada nuevo, si nos ponemos escrupulosos ni tan siquiera la trama (está inspirada en la mini-serie de 1985 de mismo nombre y mismo director Martin Campbel), pero eso no desmerece el tratamiento que se ha dado de la cinta.
Como ya apuntaba al principio quizá no iba a ir de tiros tanto como parecía. La historia es bien sencilla, Mel Gibson es un detective de homicidios que vive sólo y al que le va a visitar su hija, de veintitantos. Sin casi dejarnos tiempo a respirar están saliendo ambos de la casa y desde un coche en marcha un proyectil sale disparado y da a la hija, que muere. Todo apunta a que la bala iba para Thomas Craven (Gibson) pero conforme van pasando los hechos la cosa no parece tan clara y el papel de su hija va adquiriendo una dimensión inesperada. Y hasta ahí puedo leer. Claro está que si yo leo esto lo primero que pienso es, “esta historia ya me suena”. Puede ser, pero insisto en el tratamiento de la película.
¿Y por qué tanto tratamiento y tanta insistencia? Porque seguramente eso es lo único que merece la pena de la película, que no es poco pero tampoco es mucho. Se recurre al halo de superprotección que la mayoría de los protagonistas de thrillers tienen y que se materializa en salir con vida de situaciones límite, la existencia de unos antagonistas que no se lo ponen excesivamente difícil y una libertad de cumplimiento de ley que le permite campar al detective Craven por donde quiera y haciendo lo que quiera, aunque sin exagerar. Pero, y aquí viene el pero, al margen de estas licencias, la historia se lleva por unos derroteros donde la acción pasa a un segundo plano a favor de la conspiración, que involucra a altas instancias de los Estados Unidos, y donde se ve ante todo la lucha de un padre por saber la verdad sobre la muerte de su hija y después, a raíz de los acontecimientos reveladores, la de un sentimiento como es la justicia y un valor como es la verdad, con los que con tan pocos escrúpulos se juega incluso por parte de los supuestos garantes de ellas.
Mel Gibson hace un papel humano más que de acción y por lo menos a mí eso me gusta, hay demasiadas películas de tiros sin sentido. Además los diálogos están bastante bien, dejándose como es lógico Gibson las perlitas, y esto hace que entiendas mejor la historia y empatices con el sentimiento que se quiere provocar con el filme. Aún así, sería una de las películas que vería en el Canal + pero no pagaría una entrada por ir a verla, están muy caras y sólo las buenas buenas se lo merecen.
Publicado por
P.U.M.M.
0 visiones:
Publicar un comentario